Dìas pasados, el peor de los cataclismos, sacudió Japón dejando tras de si muerte caos y destrucción. Una auténtica tragedia. De ella queda como amenaza latente, por si fuera poco, el peligro de una fuga importante de material radiactivo.
Mientras la comunidad internacional se desesperaba por las catastróficas consecuencias del terremoto, su posterior maremoto y las réplicas que continúan hasta el día de hoy, Japón recogía su dolor informando minuciosamente cada paso que estaba dando y las instrucciones precisas a la población acerca de las medidas a tomar.
Jamás se hubiera permitido un gobernante japonés de post guerra intentar ocultar la magnitud y consecuencias del desastre. Jamás hubiera siquiera pergeñado historia alguna acerca de la conveniencia o inconveniencia del manejo fluido de información veraz.
Japón es un Estado de Derecho. Pero además, un país que todos sabemos quedó destruido hace ya más de sesenta años después de la segunda guerra. Logró levantarse, caminar y desarrollarse…. No es un país rico, es un país que crece en lo material y en lo espiritual con cada reto que se le impone.
Acá lejos en tanto, un país calmo como el nuestro, sin riesgos de cataclismos ni grandes desastres naturales, aquí pretendemos seguir tapando el sol con un dedo.
Se habla de la economía como un éxito y se olvida que la gente cuando va al mercado ve que con la misma plata cada vez trae menos cosas. Se habla de la seguridad pero dia a dìa nos sorprenden las noticias con la osadía que tienen los delincuentes sabedores que el sistema se ha mostrado ineficaz ante la ola de hurtos, arrebatos y rapiñas.
Nos han llenado de eufemismos. Ahora el secuestro debe llamarse “rapiña con privación de libertad”, la seguridad se ve afectada por bandas narcotraficantes que han decidido instalarse en nuestro balneario de mayor prestigio internacional y la economía marcha sobre ruedas aunque haya que ajustar las previsiones de inflación al alza. Entonces uno se pregunta, porque no decimos la verdad y aclaramos a la gente que hoy todos los barrios de la capital han dejado de ser seguros, que tendremos un poco de inflación este año y que a veces, el gobierno pretende ocultar sus verdaderos problemas agitando viejos pero renovados fantasmas.
Tenemos al país en vilo porque parece que a cuatro anormales no se les ocurrió mejor idea que hacer un video sembrando terror y si hay algo que nuestros gobernantes de hoy no toleran es el terrorismo. Y para colmo, reaparece el eterno tema de la ley de caducidad…
El dolor de los familiares de las víctimas de la dictadura no nos resulta ajeno. Los padecimientos de los presos políticos tampoco. Ni que hablar de las persecuciones políticas que en mayor o menor medida siguen en nuestro país. Sin embargo, dos veces fue convocada la ciudadanía para decidir y en las dos oportunidades mantuvo firme la ley de caducidad.
Ahora resulta que pretendemos aplicar nuevamente el criterio “solo lo que yo hago está bien”. Nuestro país ha conocido a la largo de su historia una gran cantidad de amnistías. El prof. Pivel Devoto en su libro “La Amnistía en la tradición política del uruguay” se encarga de analizar todas y cada una de ellas. Nosotros los uruguayos aprobamos primero mediante nuestros representantes y luego en forma directa dos veces la ley. El gobierno electo del Sr. Mujica se comprometió a respetar el pronunciamiento de la ciudadanía cosa que corresponde y no era necesario aclararlo para un gobernante democrático. Habrá que ver entonces en el futuro a qué se refieren los gobernantes cuando hablan de “pueblo”. Parecería ser que, asi como las únicas soluciones que acepto son las mías, el único pueblo que tomo en cuenta es el que esté de acuerdo conmigo.
Lo dicho entonces, no nos resulta ajeno el dolor….
Alfredo Oliú .
Comparte la primera parte, pero no encuentro la vinculación con la segunda parte, en mi modesta opinión estamos mezclando cosas diferentes, saludos cordiales, Helena
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